Cuentan que un joven y sus hermanitos menores se iban de Torata a su chacra, todas las noches para cuidar la cosecha y los animales. Cierta noche a lo lejos, el joven escuchó un sonido como si fuese de un pato y él en un tono de broma comenzó a imitar el mismo sonido y de repente se dio cuenta que venían hacia él; y miró que venían volando y a la vez rebotando una especie de cabezas con alas. Él se asustó y reaccionó al instante, ordenando a sus hermanos que entren y se protejan dentro de la choza. Él entró rápidamente y trancó la puerta, mientras las cabezas llegaron y golpeaban con tanta fuerza la puerta, que parecía que la iban a romper.
Los perros se dieron cuenta y se pusieron a ladrar y pelear desenfrenadamente con las cabezas; eran dos perros bien bravos. Se escuchaban los ladridos y los gritos que daban las cabezas, hasta que agotados del susto y los nervios se habían quedado dormidos.
Al día siguiente, salieron de la choza para ver lo que había sucedido y vieron sangre en la puerta y alrededor de la choza, siguiendo las huellas de los perros fueron hasta encontrarlos pero estos estaban muertos. Los chicos impresionados, rápidamente se dirigieron al pueblo para contarle lo ocurrido a sus padres, Ellos les dijeron que no debían haberle imitado y mucho menos fastidiado a dichos seres malignos y que felizmente si no fuera por los perros ellos habrían muerto atacados por las cabezas.
Según cuentan los antiguos torateños, que por las chacras siempre se aparecían estas cabezas; según ellos, decían que era una especie de aves malignas nocturnas, que si pasaba por medio de las piernas de una persona, era muerte fija para él, y que el secreto para ahuyentar a estas cabezas era ponerse en forma de cruz, con los brazos rectos y las piernas cruzadas.
Otras lugareños cuentan que estas cabezas eran de las personas que se habían dormido sin tomar agua y que en las noches sale la cabeza separándose del cuerpo para poder calmar su sed y si por alguna razón el cuerpo sin la cabeza era vista por alguien, era muerte segura para esta persona.
Leyenda del Cerro Baúl
Cuenta una leyenda que cada noche de luna llena baja del Cerro Baúl un toro que sale de sus entrañas y en el cuello lleva una cadena de oro que arrastra y baja a la carrera mugiendo y bufando levantando polvareda y se dirige al río a tomar agua y luego retorna a seguir siendo el custodio de las riquezas que alberga el cerro en sus entrañas.
Para otros lugareños, sin que sea un exceso de imaginación, actualmente lo toman como una alegoría esta acción y dicen que el toro y la pesada cadena de oro es la representación de la locomotora y sus vagones que ruidosamente se dirigen a Ilo llevando en su interior el preciado cobre en bruto para su procesamiento.
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